Antonio Saura comenzó a pintar y a escribir de forma autodidacta durante una enfermedad juvenil. Entre 1948 y 1950 realizó varias pinturas en papel y cartón de carácter onírico y experimental: las series Constelaciones, Pinturas muertas y Rayogramas, que presentó en su primera muestra individual de la Sala de Libros de Zaragoza. Durante estos años residió entre Cuenca y Madrid, donde, además de exponer sus obras, organizó las muestras de arte de vanguardia “Tendencias 2” y “Arte Fantástico”.
Entre 1953 y 1955 se instaló en París, donde participó en las actividades del grupo surrealista. Michel Tapié se interesó por su obra y lo introdujo en la galería Stadler, en la que realizó numerosas exposiciones. No obstante, pronto abandonó la tendencia surrealista para inclinarse por el informalismo y el action painting norteamericano. La capital francesa se convertiría en uno de sus lugares de residencia habitual.
En 1957 fundó en Madrid el grupo El Paso, junto a los críticos Manuel Conde y José Ayllón y los artistas Rafael Canogar, Luis Feito, Juana Francés, Manolo Millares, Manuel Rivera, Antonio Suárez y Pablo Serrano. Este grupo, que es uno de los primeros movimientos realmente vanguardistas de la España de la posguerra, propugnó un nuevo lenguaje gestual cercano al informalismo.
Su serie Castellana (1954) lo convirtió en uno de los primeros artistas españoles que utilizó el lenguaje del expresionismo abstracto y supuso el inicio de sus series de estructura figurativa, que fueron el punto de arranque de su obra de madurez. Las Damas, Retratos imaginarios y Crucifixiones, de esta época, están basadas en arquetipos figurativos, con un cierto carácter satírico, y realizadas con procedimientos expresionistas y una reducida gama de color (blanco y negro). La figura central de sus cuadros es el hombre sometido por el artista a una feroz crítica moral.
En 1958 comenzó a trabajar en obra gráfica y en 1960 formó parte de Estampa Popular. En 1964 dejó de pintar sobre tela por un tiempo y se dedicó por entero a la obra en papel. Utilizó este soporte en sus series Superposiciones, Transformaciones y Grandes montajes y en los grandes collages sobre paneles de madera, Rompecabezas y Trampantojos.
De nuevo en óleo, realizó la serie Dora Maar (1983) y un conjunto de grandes pinturas, como Iniciaton a la creation (1985). En 1987 pintó un gran mural en el techo de la nueva sede de la Diputación de Huesca, Elegía, que marcó una nueva etapa más colorista en su obra.
Con una paleta muy reducida (blanco, negro y rojo preferentemente) su obra se basa en la representación de figuras, muchas veces simbólicas —desde Cristo hasta Brigitte Bardot— con un aspecto casi irreconocible, deformadas por rasgos violentos y trazos distorsionados en un absoluto desprecio por las normas de la representación figurativa tradicional. Con sus dibujos y grabados ilustró numerosos libros como Asedio, de José Miguel Ullán (1980), El arte de birlibirloque, de José Bergamín (1982), Emblemas, de José Ángel Valente, El Quijote y La muerte y la nada, de Jacques Chessex.
Ha sido galardonado con el Premio Guggenheim (1960), el Premio Carnegie (1964), el título de Caballero de las Artes y las Letras del Ministerio de Cultura francés (1981), la Medalla de Oro de Bellas Artes del Ministerio de Cultura español (1982), y la Medalla de Oro de la Ciudad del Ayuntamiento de Huesca (1982).
Desde su juventud compaginó su labor creadora con la teórica. Escribió textos, artículos y ensayos. Son numerosas además sus exposiciones individuales y colectivas, tanto a nivel nacional como internacional.
Su obra se encuentra en las más prestigiosas colecciones: MNCARS (Madrid), Museo de Arte Contemporáneo (Sevilla), The Museum Institute (Pittsburg), Tate Modern (Londres), Centre Pompidou (París), Cabinet des Estampes, Bibliotheque Nationale (París), entre otras.